"Lo elemental se puede entender sin lo complejo; en cambio, lo complejo no se puede entender sin lo elemental."
Todos los humanos somos curiosos por naturaleza. Nuestra curiosidad es una de las fuerzas motivadoras más fundamentales que impulsa a la humanidad. De hecho nos interesamos por conocer la realidad, las causas, y las consecuencias de lo que hacemos. Nuestros ejercicios y entrenamientos físicos no son ninguna excepción, y por lo tanto han de ser validados e investigados como si de una historia de detectives se tratase.
Un detective investiga para descubrir la verdad sobre unos hechos determinados. De la misma manera nosotros, los deportistas, debemos descubrir la verdad sobre un determinado método de entrenamiento que deseamos realizar. Igual que un buen detective, debemos saber cuáles son las claves que buscamos para determinar si un método es o no es válido. También sabemos que el conocimiento humano esta progresivamente jerarquizado desde lo más elemental a lo más complejo. Ante todo, y sobre todo, debemos prestar especial atención a los niveles más elementales ya que configuran la tan importante base estructural de todo lo que yace por encima. Por lógica, si lo básico y elemental no se sostiene, lo complejo que de ello deriva tampoco se sostendrá.
No hay nada más elemental y practico que una teoría. El término “teoría” se refiere a un conjunto de proposiciones acerca del funcionamiento del mundo real, el cual se ha sometido a repetidas verificaciones y se ha ganado cierta confianza. Es un grupo de principios abstractos que pretende ser una descripción correcta de la realidad o un grupo de pautas para las acciones del hombre. Las funciones más importantes de una teoría son su correspondencia con la realidad y su capacidad explicativa. O sea decirnos por qué, cómo, y cuándo ocurre algo.
Los criterios para evaluar una teoría son: realidad, lógica, descripción, explicación, predicción, perspectiva, y parsimonia. Este ultimo criterio, la parsimonia, se refiere a sus grados de brevedad y sencillez, y contrasta fuertemente con la rebuscada e innecesaria complejidad y pluralidad de la retórica que tanto abunda en los medios universitarios actuales. En esencia, la sencillez hace desaparecer lo innecesario para que aparezca lo necesario, y la retórica todo lo contrario.
Las personas retóricas otorgan mayor importancia a la forma que al contenido de su discurso o escritura, elementos ambos que suelen estar plagados de sofistería y razones rebuscadas que no vienen al caso. Estas personas poseen una capacidad natural para dar vueltas y vueltas a un tema determinado para terminar expresando ideas indefinidas con palabras infinitas. Lo que en realidad discuten es su propia ignorancia.
Nuestra actual palabra “teoría” deriva de la raíz griega “Theo-ros,” cuyo significado es "espectador." Ella nos llega de la misma raíz que la palabra “teatro.” Los seres humanos actualmente creamos teorías por las mismas razones por las cuales hemos creado el teatro en nuestra historia: para lograr escenificar en un espacio público ideas y conceptos que nos ayuden a entender y comprender mejor el funcionamiento del mundo real. O sea, para poder tener una mejor y mas exacta idea o concepto para poder responder a la pregunta: ¿que es la realidad, realmente?
Desgraciadamente muchos de nosotros hemos olvidado el sentido más profundo de lo que representa el concepto de teoría. La mayoría de las personas relacionan el termino “teoría” con “ciencia.” Esta relación tiene tendencia a sugerir que una teoría es algo frío, distante, e impersonal. Desde luego, les aseguro que nada puede estar más lejos de la verdad. El proceso por el cual se generan y desarrollan nuevas teorías está lleno de imaginación, emoción, y creatividad.
Todas las nuevas teorías ingresan en el mundo de lo práctico cuando se traducen en métodos y herramientas. La palabra “método” deriva del griego “methodos,” cuyo significado es buscar objetivos específicos. O sea que por "método" o "metódico" entendemos un conjunto de procedimientos y técnicas sistematizadas para abordar asuntos o problemas determinados, como puede ser un programa informático o un programa de entrenamiento correctamente periodizado. Por otro lado, la palabra “herramienta” hace referencia a un objeto, generalmente de madera o hierro, que se utiliza para realizar trabajos manuales técnicos o artísticos.
La estrecha relación existente entre teorías, métodos, y herramientas se encuentra en el mismo núcleo de cualquier esfera de la actividad humana dedicada a imaginar, concebir, y construir conocimiento. Por ejemplo, en fisiología las teorías sobre el funcionamiento del músculo voluntario esquelético han creado un volumen de conocimiento que a su vez condujo a una metodología para analizar los fracasos, evitar lesiones, y ofrecer pautas de mejoría tanto en la adaptación a la demanda impuesta como en el ulterior rendimiento. Cada método constituye una sofisticada herramienta cuya base teórica define con claridad y precisión para qué sirve, para qué no sirve, y como aplicarla con éxito.
Mediante el desarrollo de métodos prácticos y herramientas útiles, las teorías se someten a constantes testeos, experimentaciones, y verificaciones. Este ciclo continuo que consiste en la creación de teorías, su desarrollo, y la aplicación de métodos y herramientas basados en las mismas teorías, es el resorte o motor que impulsa el crecimiento de las ciencias en general, y las ciencias de la educación física y el deporte en particular.
Ahora bien, nos preguntamos: ¿Por qué es tan importante que las herramientas y sus respectivos métodos de utilización estén basados o descansen sobre la estructura de una serie de conceptos teóricos? ¿Acaso no es verdad que el aspecto más sobresaliente e importante de una herramienta es su eminente utilidad practica? La respuesta es un rotundo: sí y no.
Es sumamente difícil tener que desechar una herramienta que parece ser útil para una tarea determinada. Para explicar la esencia de este proceso, hace unos años asistí a un curso postgrado sobre entrenamiento deportivo en el cual uno de los disertantes presentó su método personal de desarrollo de la fuerza muscular. Cuando se le pregunto acerca de las bases teóricas de sus métodos, respondió que no existían. Su método "ateórico" consistía en una herramienta que el mismo había desarrollado durante sus años de estudio y experiencia práctica, y que según él, daba resultado. Hasta cierto punto.
Dio la extraña casualidad de que justo a mi lado, de hecho en la butaca adyacente a la mía, se encontraba sentado el actual campeón de Europa de powerlifting Ramon Torregrosa, quien inclino su cabeza hacia mí, y en voz muy baja dijo: "si realizo ese entrenamiento me sacan del gimnasio en silla de ruedas." Tenía razón porque si bien la intensidad del entrenamiento era brutal, también lo era su volumen. Una clara invitación a la lesión y al sobre entrenamiento.
Era evidente que el disertante no conocía bien las teorías básicas del estrés fisiológico, la recuperación, la homeostásis y la alostásis, y las bases cíclicas y adaptativas de la periodización. Evidentemente tampoco conocía el significado de lo que representa una carga alostática o un estado alostático, dos conceptos fundamentales para periodizar correctamente los estímulos, las cargas y la recuperación. En consecuencia el entrenamiento, según él, era correcto, pero en realidad era excesivo tanto en volumen cómo en intensidad y avocaba a una difícil e incompleta recuperación. El resultado seria, como hemos dicho anteriormente, una serie de posibles lesiones así como un grave sobre entrenamiento.
Queda claro que sin un entendimiento teórico elemental de tales procedimientos, no es posible diseñar programas de entrenamiento específicos y fisiológicamente funcionales. Tanto Ramon Torregrosa, como yo nos marchamos del curso con cierta preocupación e inquietud, y por más de un motivo.
Primero, es muy dudoso que tales herramientas “ateóricas” puedan aportar mucho a nuestros objetivos. Sin una teoría de base, obtenemos herramientas que pueden funcionar en una situación, pero no sabemos por qué. También pueden fallar en otras situaciones, y tampoco sabremos exactamente por qué. La utilidad de una herramienta puede depender de aspectos subjetivos e irrepetibles de la habilidad y capacidad de una persona determinada, no de todos. En realidad: ¿Quien puede valerse de una herramienta determinada sin saber teóricamente el cómo y el por qué de su aplicación práctica? Nadie.
Segundo, sin teoría no siempre conocemos las limitaciones o las restricciones de una herramienta, que incluso pueden ser inoperantes y contraproducentes si son utilizadas de manera incorrecta. Así es como las prisas para resolver un determinado problema, pueden adoptar rápidas soluciones ateóricas prefabricadas, a modo de un tratamiento con "tiritas y aspirinas," que no abordan las causas elementales de un problema. Justamente aquí radica el motivo más central y convincente para buscar herramientas teóricas aplicables a la realidad del mundo en que vivimos. De ahí que en la actualidad los métodos y sistemas de entrenamiento deportivo representan sofisticadas herramientas diseñadas para resolver un determinado problema o mejorar una situación especifica, pero siempre en salud.
En la actualidad existen múltiples y diversos métodos y herramientas de entrenamiento deportivo. En algunos su teoría funcional de base ha sido aplicada y refinada a lo largo de los años. Otros, basados en métodos ateoricos, no han permitido comprender como evolucionaron en el tiempo los problemas y las exigencias fisiológicas que nos afectan hoy, especialmente si las causas no han sido del todo obvias. Ademas, tampoco han contribuido a comprender las posibles consecuencias de nuestros futuros intentos de evolución y cambio. Como son fruto de nuestro subjetivo y particular modo de pensar, los métodos y las herramientas de carácter ateórico tienden a reforzar la idea de que el culpable de nuestras dificultades y fracasos fue el “otro” y no uno mismo. El dedo que utilizan para acusar siempre apunta hacia los demás, y nunca hacia ellos mismo.
Es difícil y tarda mucho tiempo crear nuevos y más específicos métodos y herramientas. Para ello debemos generar teorías nuevas que nos aporten nuevas dimensiones por investigar y explorar. No obstante, a menudo sucede que primero se han hecho las mediciones y los testeos pertinentes, y después se han desarrollado las teorías para explicar los hechos. Aunque son relativamente raros, existen casos que llevaron un nuevo cuerpo teórico a un campo donde todavía no se había aplicado la teoría, como es el caso del actual del manual DSM-IV de clasificación de enfermedades mentales.
Y así, desde las profundidades de la historia de Roma, nos llega una sabia voz que nos dice: "Simplex Sigillum Veri" - o sea: “La sencillez es el signo de la verdad.” Recuerden estas palabras al investigar los fundamentos teóricos y prácticos de los métodos y herramientas relativos a vuestra formación y preparación profesional. Sean implacables ante la rebuscada, superficial, y característicamente insulsa retórica de esas mentes confusas que pretenden confundir a los demás con circunloquios y tangencialidades que ni ellos mismos comprenden.
No hay nada peor, ni mas vergonzante, que un disertante o profesor intentando explicar aquello que jamas comprendió. Exijan la presentación de datos sólidos, lógicos, coherentes, y verificables, y con aplicaciones dentro de los confines de la realidad. Indaguen de manera inc
ansable, una y otra vez, sobre el “cómo” y el “por qué” de las cosas. Sobre todo, busquen la verdad mediante explicaciones teóricas claras, simples, y breves.
Comprendiendo su base teórica, la mayoría de los problemas suelen tener una solución relativamente sencilla. Sigan buscando donde aparentemente no encuentran nada, ya que la ausencia de evidencia no significa evidencia de ausencia. A modo de un buen detective solo hay que saber qué, cómo, y donde buscar. Eso es investigación científica de verdad.
Cómo solía decir Sherlock Holmes: “Elemental mi estimado Watson ... elemental.”